Columna de opinión: El rol del gas natural en la Política Energética de Largo Plazo

Columna de opinión: El rol del gas natural en la Política Energética de Largo Plazo

Recientemente, el Ministerio de Energía ha dado inicio al proceso de Planificación Energética de Largo Plazo (PELP). Su objetivo es el modelamiento y desarrollo de escenarios energéticos que incluyen tendencias de largo plazo, junto con el comportamiento del consumo y de la oferta energética futura del país. En este contexto, cabe preguntarse qué rol le cabe al Gas Natural (GN) en el futuro de la matriz eléctrica de Chile, en un escenario marcado por una creciente incorporación de Energías Renovables Variables (ERV), mayores requerimientos de flexibilidad en la operación del sistema eléctrico, lo cual se acelera con el retiro anticipado de centrales a carbón.

En los últimos años, la matriz eléctrica nacional ha experimentado modificaciones sustanciales producto de la irrupción de las ERV. La capacidad instalada de estas centrales se multiplicó por siete, pasando de 413 MW el año 2009 a 6.445 MW el 2020.

Desde esta perspectiva, y mientras no emerjan soluciones técnico-económicas eficientes y de gran escala para el almacenamiento de energía, para que la inserción ERV que se proyecta se incorpore en forma segura, ésta deberá ser acompañada por la capacidad de respaldo que ofrece el sistema convencional, marcado por un uso cada vez menor de carbón.

Para el caso de Chile, un documento reciente del Ministerio de Energía ha estimado que producto de esta relación existiría un nivel de penetración óptima en torno al 35%, a partir del cual, el incremento de generación ERV tendería a aumentar los costos unitarios globales del sistema, a pesar de tener un costo variable igual a cero.

En este escenario, el estado actual de la matriz eléctrica ofrece una alternativa de reducción sustancial en las emisiones y de soporte en cuanto a seguridad energética. Ésta consiste en el uso de la infraestructura en base a GN ya instalada, para la sustitución acelerada de carbón durante el período de transición. Ello permitiría disminuir las emisiones en un 50% por cada MWh generado.

Esta sustitución, entre GN y carbón, constituye una de las recomendaciones realizadas por la Agencia Internacional de Energía (AIE) para países que cuentan con capacidad instalada a GN. En efecto, como se reporta en su informe de 2019, el reemplazo de carbón por GN ha permitido reducir de forma sustancial las emisiones de varios países y regiones, como Estados Unidos, China y la Unión Europea.

Con este panorama, la regulación que ya recomiendan varios expertos es fundamentalmente preventiva. El sistema debe establecer y aplicar ciertas reglas que permitan viabilizar su operación y, en particular, hacerse cargo de la intermitencia de las fuentes ERV. El énfasis debe ponerse en no discriminar a favor de centrales a carbón – o diésel – en desmedro de las centrales a GN al definir este tipo de remuneraciones. Ello, cobra especial sentido, si se toma en cuenta que las centrales de ciclo combinado tienen por su propia naturaleza tecnológica elevados estándares de desempeño para actuar como complemento a la variabilidad de las ERV.

Así, el GN representa el vértice de nuestra transición energética, ya que por una parte permite avanzar en el retiro de carbón y dar cumplimiento a las metas de reducción de GEI, por otra parte representa la principal fuente de seguridad y resiliencia energética, y al mismo tiempo provee flexibilidad para gestionar la inserción de ERV, como la eólica y la solar, en donde Chile posee abundantes recursos por explotar. 


Fuente: Revista Electricidad